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Catalina Lopez

Las víctimas y los perpetradores; dos caras de una misma moneda

La conciencia de las víctimas lleva a la violencia; han sido humilladas y en ellas permanece una sensación de rabia y venganza. Este impulso será tomado por un ancestro de generaciones posteriores.

¿De dónde vienen las víctimas y de dónde vienen los agresores desde la mirada sistémica?

Bert Hellinger decía que el peligro de la víctima es que eventualmente toma la energía del victimario.

En efecto, la conciencia de las víctimas lleva a la violencia; han sido humilladas y en ellas permanece una sensación de vulnerabilidad. Se sienten desempoderadas y para empoderarse recurren a la rabia y a la venganza. Y esto a largo plazo genera violencia.

La misma violencia que motivó el comportamiento del perpetrador. Ya habrás oído que lo que se resiste, persiste. De modo que, toda víctima termina por convertirse en el objeto de su resistencia: el perpetrador.

Esto se asemeja al principio de enantiodromia, desarrollado por Carl Jung, consistente en la tendencia de las cosas en transformarse en su opuesto. Similar al principio del equilibro en la naturaleza, fenómeno en el que todo extremo encuentra una fuerza opuesta en el sistema como medio para restaurar el balance.

Esta dinámica entre víctimas y perpetradores está más presente en nuestras vidas de lo que crees. Su uso en la cultura popular es bastante extendido. Tomemos como ejemplo el caso de las siguientes películas.

BATMAN fue víctima de malhechores que asesinaron a sus padres en un fallido asalto, cuando era apenas un niño. Juró venganza contra los criminales, moderado por un sentido de justicia. De adulto se convirtió en un héroe vengador, y en un excluido de la sociedad y de las autoridades.

En un sentido similar, William Wallace, protagonista de CORAZÓN VALIENTE (1995), pasó de ser víctima a héroe vengador. Participó en la Primera Guerra de Independencia de Escocia para liberarla de las tropas inglesas lideradas por Eduardo I de Inglaterra.

Su historia de lucha se gestó a raíz del asesinato que hicieran los ejércitos ingleses de su padre y hermano y luego de la captura y pública ejecución de su amada Murron.

La película GLADIADOR (2000) muestra cómo la venganza genera un vínculo fuerte entre víctima y victimario. Máximo era un leal general del ejército del imperio romano y fue traicionado por Cómodo, el ambicioso hijo del emperador Marco Aurelio.

Cómodo, quien buscaba suceder el trono a como diera lugar, asfixió a su padre y mandó a asesinar a la esposa e hijo de Máximo y lo convirtió en un esclavo.

En la última escena de la película, en el coliseo romano, Máximo le dice a Cómodo «Me llamo Máximo Décimo Meridio, comandante de los Ejércitos del Norte, general de las Legiones Fenix, leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio, padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y alcanzaré mi venganza en esta vida o en la otra».

Esta frase contundente de “en esta vida o la otra” es como si dijera “alcanzaré la venganza en esta vida, o un descendiente lo hará por mí”. Al cabo de unos segundos mueren ambos, víctima y perpetrador, como conducidos por un mismo destino.

Y mi preferida: MALÉFICA (2014). La génesis del odio y rencor de esta bruja gótica es el momento en el que el hijo del rey le amputa y le roba sus alas mientras ella se encuentra dormida por los efectos de una droga.

Esta escena es una metáfora del abuso sexual. Las alas eran la magia y la inocencia de un hada enamorada, y el acto de traición y amputación fueron el quiebre de su inocencia.

Esto endureció su corazón y la llevó a protegerse en un reino de matorrales de espinas. La víctima entonces, a través del resentimiento y el deseo de venganza, se convirtió en la perpetradora y fue así como buscó la venganza del rey a través del hechizo que puso en la hija de aquel, Aurora.

Estas dinámicas van mucho más allá de la ficción; se replican en la vida real y para no ir tan lejos, son parte de la génesis del conflicto armado interno en Colombia.

Carlos Castaño fue el jefe de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá y el máximo líder de los grupos paramilitares en Colombia. Se le acusa de la comisión y ejecución de decenas de masacres colectivas entre 1998-2002, y la orden de asesinatos y atentados contra líderes de partidos de izquierda, periodistas y defensores de derechos humanos.

Según Castaño su lucha se originó en 1981, cuando su padre fue secuestrado por el cuarto frente de la guerrilla de las FARC. El hombre fue torturado y asesinado pese a que sus hijos habían pagado la mitad del monto exigido por sus captores. Dijo Castaño en una entrevista otorgada a Germán Castro Caicedo en del año 1996 (En secreto, Planeta Colombiana Editorial, 1996):

“Cuando yo tenía quince años se produjo el secuestro de mi padre. Para esos días yo estaba con deseos de venirme para Medellín y de ahí todo cambio para la familia: nuestra mentalidad, nuestra forma de pensar de la vida, nuestro amor a la misma vida.

Eso creó un desorden que nosotros no entendíamos; mi madre al borde de la locura. Algunos hermanos mayores entendían pero cabizbajos todos, porque nos sentíamos impotentes ante lo que se presentó.” (p. 148)

Y más adelante en su relato agregó:

“No conocíamos el término autodefensa. Nosotros simplemente dijimos -y la verdad hay que contarla, es por venganza. Es que no hay otro sentimiento…” (p. 154)

Historias similares se replican en el pasado de ex presidentes, ex líderes guerrilleros y ex líderes del paramilitarismo en Colombia.

En la delincuencia común también se presentan las mismas dinámicas entre víctimas y victimarios.

Valga la pena aclarar que, una misma persona podrá transitar el rol de ambas polaridades, como los personajes de las películas mencionadas y como el líder paramilitar Castaño. Sin embargo, esto puede ocurrir entre familiares de generaciones distintas.

El miembro familiar de una generación posterior tomará la energía de venganza que sintió una víctima de su clan y se convertirá así en un perpetrador.

Este es el aporte y la comprensión que se ha dado desde la mirada sistémica al fenómeno de la delincuencia (para saber más puedes leer el artículo “El delito al servicio del sistema familiar”).

Y entonces, ¿cómo logramos detener estas dinámicas?

La respuesta del derecho para disminuir la criminalidad ha sido insuficiente. Por un lado, ha aumentado las penas para los tipos penales más gravosos, pese que el endurecimiento de las condenas no es realmente un factor que disuada al delincuente de incurrir en la conducta criminal.

Por otro lado, ha aumentado el término de la prescripción de la acción penal a 30 años para las conductas punibles de genocidio, desaparición forzada, tortura y desplazamiento forzado, con todas las dificultades probatorias que esto conlleva para la Fiscalía y las partes.

En el Gobierno actual el presidente propone operativos policiales para desmantelar bandas criminales y narcotraficantes y encontrar el paradero de los autores de hurtos y homicidios.

Se requiere ir más a fondo.

Mientras la víctima compita para demostrar que ha sufrido y sienta que es superior al victimario, se reforzará la energía del perpetrador.

Mientras la respuesta del Estado se tramite desde la orilla de la víctima, favoreciendo sus exigencias de venganza, se seguirá generando violencia y por ende, la repetición de la misma conducta punible.

El autor de un delito también puede sentirse desempoderado cuando es puesto en prisión. Se vuelve la escoria de la sociedad y siente gran culpa y vergüenza. Mientras no logre asumir su responsablidad con dignidad, no cesará el ciclo.

Incluso después de la muerte de este autor del delito un descendiente conectará inconscientemente con su indignación y sensación de víctima de un sistema que lo estigmatizó y buscará compensar esta emoción, ya sea repitiendo algo de su destino como perpetrador u ofreciéndose al sistema familiar como víctima, siguiendo el mensaje interno “yo como tú”.

Las configuraciones sistémicas permiten que la víctima y el perpetrador se sitúen fuera de ese rol en un estado adulto, pues sólo quien asume las consecuencias de sus actos se dispone a sanar y transformar su vida (te invito a leer el artículo «¿Qué nos lleva a ocupar el rol de víctima? «).

Desde esta perspectiva, el Estado debe mirar a ambas partes por igual, víctimas y victimarios, reconociendo el dolor detrás de cada uno.

Es desde ahí que se generará un sentido de justicia en ambas partes y que se calmará el rencor y odio que activa la repetición de los ciclos violentos.

Cataloji

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2 comentarios en “Las víctimas y los perpetradores; dos caras de una misma moneda”

  1. Julio Cesar Pierini

    Hermoso artículo. Muchas gracias Catalina. Lo estoy leyendo en noviembre de 2024. Estoy terminando hoy mismo mi formación como constelador y es un gran honor haberme encontrado con tu sitio. Honras del corazón desde Argentina para ti, tus padres y ancestros.

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