El amor propio es el gran propósito de todo ser humano. Todos, sin excepción alguna, sentimos en algún aspecto o dimensión de nuestro ser una desvalorización
Incluso, aquel personaje que se muestra seguro, confiado y con el ego en las nubes, está encubriendo una parte de sí mism@ que es justamente lo contrario.
Al amarnos vamos completos a la vida. Amarnos nos permite conectar con una relación de pareja sana, pues no estaremos buscando que el otro llene nuestros vacíos y necesidades. Amarnos nos conecta con el dinero y la abundancia económica, pues el sentimiento de merecimiento es magnético de esta energía vibracional. El amor propio nos da buena salud. Cuando hay culpa, que es una manera de no amarnos, nos castigamos inconscientemente, a través de la enfermedad. El amor propio nos lleva a ser exitosos laboralmente, pues el éxito no es más que el gozo y gratitud que sentimos haciendo lo que hacemos.
Todo esto se presenta cuando nos conectamos con nuestra esencia, que es amor y consciencia.
Y si somos en esencia amor y conciencia, ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo amarnos? ¿Por qué anteponemos tantas veces las necesidades de los demás a las nuestras? ¿De dónde viene ese impulso de complacer al otro a expensas de nuestra propia felicidad? ¿De dónde viene la sensación de no merecimiento?
Bebés no deseados
hay distintos eventos en nuestra vida que pueden dejar una impronta de desvalorización y que nos puede impedir sentirnos capaces, fuertes o amados.
El bebé en gestación es uno solo con su madre. Esto significa que si esa madre rechaza al bebé que crece dentro de ella o simplemente no conecta con él porque es un bebé no esperado, ese bebé sabrá en alguna dimensión de su ser que no es amado por ella. De adulto, ese hombre o mujer se sentirá no merecedor del amor. Su programa interno puede ser uno de “no soy digno de ser amado” (Te invito a leer el artículo “La madre, el arquetipo de la vida misma”).
Algo similar puede ocurrir cuando los padres al conocer el sexo del bebé quedan frustrados porque deseaban un bebé del sexo contrario. Ese bebé de adulto, sentirá una desventaja y desvalorización de ser del género que es. El programa interno puede ser uno de “no soy suficiente para sera amado”.
Si se trata de una niña, puede sentir de pequeña y adolescente el impulso de vestirse como niño, de jugar juegos de niños y en el despertar de su sexualidad puede incluso sentirse más atraída por otras mujeres. Si se trata de un niño, puede desarrollar ademanes femeninos y buscar parecerse a una niña. Estos comportamientos vienen del deseo inconsciente de esa niña o niño de satisfacer las expectativas de mamá y papá, de la necesidad de ser aceptad@ por ellos.
Estas dinámicas son tratadas en terapia, donde busco conectar al adulto con la necesidad de su niño o niño interior que aún carga con ese vacío del amor que no sintió de mamá y/o de papá.
Bebés dados en adopción
Los niños que son adoptados pueden recibir todo el amor y contención de sus padres adoptivos. Sin embargo, ese bebé habrá sentido una ruptura con sus padres biológicos. Ese movimiento interrumpido del amor entre los padres y un bebé se puede manifestar, en la vida adulta de este último como una herida de abandono o de rechazo que puede minar su amor propio.
En estos casos, las constelaciones familiares resultan ser una herramienta poderosa al servicio del consultante, pues permite evidenciar la correlación entre su herida de abandono o rechazo y el evento de la adopción. Cuando el consultante, a través de los rituales que practico, mira a los padres biológicos y toma la fuerza de vida que viene de ellos renueva su confianza y amor propio.
Hijos extra matrimoniales
He visto en consulta personas que no se sienten capaces de llevar a cabo sus proyectos, que no cuentan con la fuerza de la vida para acercarse a sus metas o que entran en relaciones de codependencia. En ocasiones, el trasfondo de estos temas es una falta de amor propio que viene de la memoria de haber sido concebidos en una relación extra matrimonial de su padre. El programa interno de esa persona puede ser “me siento menos importante”, “no tan igual” o “menos legítimo” para papá y que los otros hijos concebidos al interior de su matrimonio (pues leer el artículo “Conflicto entre hermanos: síntoma de un sistema familiar trastocado”).
Esa persona también pueden estar cargando con la desvalorización de su madre, quien se sintió “la otra”, o quien no se sintió lo suficientemente buena y amada por su pareja (ver el artículo “Las lealtades invisibles que nos limitan”).
En estos casos, el consultante debe hacer un trabajo en terapia para sanar el vínculo con su padre y con su madre, debe entregar las cargas que esté llevando por ellos y debe conectar con el amor y mirada que le hizo falta de su padre.
Existen otros contextos familiares y transgeneracionales que dejan una impronta de falta de amor propio. Madres que no miran a uno de los hijos por ocuparse de otro que cuenta con una discapacidad o que requiere de un cuidado especial; madres que no conectan con la crianza de sus hijos por estar viviendo un duelo, de un padre que murió o de la pareja que dejó el hogar; madres sobre exigentes con sus hijos y que los critican con severidad; padres ausentes, padres abusadores o violentos, entre otras dinámicas.
Ejercicio
Conecta ahora con tu niñ@ interior. Cierra tus ojos, pone al frente de tu visualización a tu niña o niño interior. Imagina su pelo, su ropa, sus ojos, sus manitas. ¿Qué dice su mirada y su expresión? ¿Se le ve triste, enojad@, indiferente? Íncate, y mirándol@, dile: “Te sentiste sol@, no valorad@, no amad@… y lo siento. Dime qué necesitas. Yo te daré aquello que ahora requieras para sentirte plen@ y aman@. Yo te daré esa contención y amor. Ahora yo me hago cargo”.
¿Qué ocurre cuando le dices estas palabras a tu niña o niño interior? ¿Algo cambia en la manera como te mira? ¿Algo cambia en su expresión?
Abrázal@, y siente de nuevo esa conexión con tu pequeño o pequeña interior. Su corazón roto ahora empezará a sanar. En ti, en tu parte adulta, está el poder de sanarlo.