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Catalina Lopez

¿Eres ese abogado salvador de tus clientes?

En estas circunstancias, cliente y abogado terminarán extenuados en sus interacciones y la búsqueda de la justicia se hará a un costo muy alto para ambos.

Quien acude a una demanda judicial, lo hace muchas veces motivado por la rabia. Esta persona puede estar en su reclamo y en su necesidad de ser vista y oída. Entonces le será muy difícil para su abogado encontrar un punto intermedio entre lo que moralmente debe y puede hacer dentro del marco que le ofrece el derecho y lo que le exigirá su cliente.

Por más esfuerzos que haga este abogado, su cliente no estará satisfecho y aún en el evento de ganar la demanda judicial, este último mantendrá esa sensación de reclamo y protesta.

Entonces, el abogado se sentirá desgastado, sobre exigido, frustrado e impotente de no poder hacer más por su cliente.

Esta es la dinámica del cliente victimizado y el abogado salvador. Este último es aquel que se parcializa en favor de su cliente y conecta internamente con su dolor.

En esta dinámica el abogado asume un papel de padre o madre y el cliente de niño o niña. Ya no habrá una relación lineal entre dos iguales, sino que se establecerá una suerte de jerarquía inconsciente. 

Desde ese lugar será imposible que el abogado mantenga un equilibrio entre el dar y tomar, uno de los 3 pilares del derecho sistémico y de las configuraciones familiares.

Estará dando de más en el ejercicio de su profesión en su intento por salvar a su cliente. Y desde ese lugar, será imposible para el cliente asumirse como adulto y trabajar en favor de su propia evolución.

En tales circunstancias, cliente y abogado terminarán extenuados en sus interacciones y la búsqueda de la justicia se hará a un costo muy alto para ambos.

¿Por qué un abogado, médico, terapeuta, o cualquiera que busque acompañar o ayudar a una pareja o amigo se ubica en el rol de salvador? Esto tiene su explicación en los temas personales de esta persona.

Para citar un caso hipotético, si una abogada de familia tuvo un padre que dejó el hogar cuando era niña y la acompaña la memoria de que los hombres son irresponsables, abandonadores y despreciables, estará más expuesta a recibir casos de mujeres con situaciones similares. 

Pueden llegar a su despacho clientes que quieren divorciarse de hombres maltratadores, irresponsables y ausentes en la crianza de sus hijos. Además, le será muy difícil dejar de lado su punto ciego. 

No podrá ver la situación desde un lugar neutro y por el contrario estará proyectando su sesgo y sus rencores a través de la historia de su cliente. Entonces buscará salvarla del dolor que, en el fondo, ella misma ha sentido.

Durante la Universidad nos enseñaron que el principio de imparcialidad aplica únicamente para los jueces. Sin embargo, desde la mirada sistémica, el abogado debe poner en su corazón a ambas partes en conflicto. 

Incluso si la contraparte de su cliente es odiada por este, el abogado debe incluir en su mirada a esa contraparte. 

Sin juicios. Sólo así, el profesional del derecho estará listo para guiar a su cliente; sólo así podrá recrear un clima amable para una conciliación; sólo así, de darse un proceso judicial entre las partes, podrá transitarlo desde un lugar apacible para todos.

Otro caso hipotético puede ser el del hijo de una mujer que quedó huérfana a muy temprana edad. Este niño puede percibir la carencia de su madre y crecer sintiendo que la tiene que salvar. 

De adulto será el hijo ejemplar, el que lleva a su madre al médico, el que le ayuda económicamente más que sus otros hermanos y el que sienta culpa si no la acompaña todos los fines de semana. 

Ese hombre que ahora es abogado litigante, buscará inconscientemente replicar esta misma situación y se convertirá en el salvador de sus clientes.

Si el abogado litigante se ubica en el rol de salvador, sólo logrará desempoderar a su cliente, evitando que este se pare desde su lado adulto y asuma su poder.

Cuando el abogado deje su rol de salvador, o lo que es lo mismo de padre o madre de su cliente, podrá guiar, acompañar y sugerir. Será un intermediario que acerque a ambas partes en litigio a la paz. 

Desde que el cliente deje de lado su rol de víctima o lo que es lo mismo, de niño, conectará con un abogado que acompaña de forma adecuada. Y entonces se encontrarán abogado acompañante y cliente adulto. Y, ¡que delicia ejercer el derecho desde ese sano lugar!

Cuéntame: si eres abogado, ¿qué tipo de clientes llegan a tu consulta? Si eres cliente, ¿con qué tipo de abogados has conectado? Puedes escribir tu respuesta en la casilla de abajo. Ahora ya sabes, el uno es espejo de algo en el otro. No están separados.

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